La misa más importante del año se nos acabó. Las diferentes capillas cierran y bajan su telón hasta el próximo año. Los discípulos siguen de gira, los fieles, niños, jóvenes, adultos, viejos: todos disfrutaron las misas.
Sí es necesario también recordar lo que vimos con nuestros queridos ministros, que demostraron de una sola bofetada que hacer prédicas impactantes es lo suyo: Desde Kung Fu Kenny hasta Alex Turner. Desde Lenny Kravitz hasta Sam Smith. Desde Dimitri Vegas & Like Mike hasta Tiesto. Sí es necesario valorar lo que vimos estas 3 jornadas en los principales espacios del feudo.
También es necesario recordar que ni la vejez de Caetano Veloso, ni tampoco lo novata que podía parecer Paloma Mami son impedimentos para congregar a miles de personas. Millones por streaming, por cierto. Esta misa es importante para los fieles de todo el mundo.
Fundamental es también nombrar a aquellos locos que dejan todo en el altar, cada uno a su manera, locos como The Fever 333 o locos como Fiskales Ad Hok. Locos como Tokyo Ska Paradise o locos como Odesza, que llevan su imaginación desde la cabeza al altar. Radicales, locos todos, locos que siguen a locos. Locos que emocionan a locos. La misa es para locos.
Esencial es, por otro lado, hacer un llamado de atención a no perder huella a aquellos que buscan ser grandes predicadores partiendo desde lo más ínfimo, como lo visto en Aldea Verde y Lounge, como lo visto en aquellos que también ya son grandes con el poquito tiempo que tienen y lo dejan todo. El pánico escénico se pierde con el roce, y esto te lo da esta gran misa.
Volvemos a lo necesario: Necesario es tener claro que hay fallos, que falta mucho en lo mismo, en lo básico y en lo absurdo. Críticas han caído por montones, pero también es necesario entender lo que nos muestran Years & Years, Twenty One Pilots, Post Malone o Juanes, que emocionan hasta las lágrimas, sin importar colores ni estilos.
Las lágrimas son necesarias, los gritos son necesarios, los artistas son necesarios, los rockeros, traperos, nacionales, extranjeros: necesarios todos. Esta misa de 3 días llamada Lollapalooza abre las puertas a todos.
Para resumir lo vivido este último día del mes, tenemos que remontarnos a lo visto desde temprano con los ya nombrados Fiskales Ad Hok, que, en el VTR Stage se dieron el lujo de romperlo todo, tras ser apuntados con el dedo al ir a un festival que, según distintos comentarios en redes sociales, promueve el consumo y el capitalismo desmedido, trabajaron y dieron todo en 45 minutos, con unas visuales que, claramente dejan en evidencia su mensaje más allá de sus letras. Álvaro España y compañía, desde temprano, en el último día del festival.
A su vez, pero dentro de la gran cúpula que abraza al Parque O’Higgins, por estos días llamado Perry’s Stage, Polimá Westcoast hizo reventar al público con la «Shishi Crew». Un trabajo que comenzó desde abajo, y que trae una verdadera consolidación de lo hecho durante meses en la escena underground. Pablo Chill-E y Young Cister acompañaron la locura vivida con una prolongada participación en el show de Polimá. «Sé que para mi Dios tiene un plan», y vaya que lo demostró en esos 45 minutos, cual contrarreloj. Nadar contra la corriente, contra estilos que solo han sabido de éxitos, y llegar desde allí hasta la cima tiene un trabajo que no muchos ven: son los frutos obtenidos, y hay que aplaudirlo.
Pasando a la tarde, la escena latina siempre con una cabida enorme en el público y en el sentir de las y los asistentes, y es que Gepe, Keko Yoma, Newen Afrobeat y Juanes saben de lo que hablamos, y aún con un calor insoportable post «hora de almuerzo», la compañía y el cariño de los presentes siempre se hizo sentir. Bronces, bailes, coreografías con el público y un inolvidable momento, de esos que quedan en la retina eterna de quienes estuvieron allí: más allá de la euforia que se vive en el Banco de Chile Stage, más allá de lo que se ve durante todo el día en el Perry’s Stage, tener a Charly Alberti en el escenario de Lollapalooza es un lujo, y es lo que el colombiano Juanes nos regaló. Durante el show del colombiano, tras meter fuego y caña por más de más de un cuarto de hora, el argentino apareció bajo el techo del escenario del VTR Stage, deleitándonos con la genialidad de escuchar sus percusiones con un himno de Soda Stereo, «Cuando Pase el Temblor». Más de 25 mil personas coreando a todo pulmón, y qué manera de corear.
Avanzando durante la tarde, y tras la locura vivida en un extremo del Parque, más al sur, en el Banco de Chile Stage, la euforia continuaba, y es que Foals y Rosalía nos entregaban shows históricos. Si lo visto con Jorja Smith ya tenía pinta de números que doblaban -y hasta triplicaban- la capacidad del Acer Stage, la locura que la española llevó a tal lugar fue de otro planeta. Su aura que nos deja atónitos. Coreografía, flamenco y un «F5» a lo que conocemos por cultura española. Rejuvenecer un clásico como lo es la pasión y el sentir flamenco para llevarlo a radios y festivales, con tal éxito, es porque tenemos a genios tras este trabajo, y la catalana lo sabe muy bien. La actitud es lo primordial. ¿Carácter? Ni hablar. Mientras tanto, en el BDC, el griego-inglés, Yannis Philippakis, en conjunto con el resto de ingleses, nos daban una cátedra de rock que siempre necesitamos.
El poder del pop: el anochecer entraba a asomarse como si fuera el ocaso de un gran fin de semana, y es que así lo fue. Mientras Don Diablo nos machacaba en el Perry’s Stage con su EDM, dándole a todos esa cuota de salto y locura que necesitaban, y es que con Loud Luxury y GTA, siempre se quedan las ganas de ir por más aún: dicho y hecho. Volviendo al aire libre, Matty Healy y los británicos de The 1975 nos daban un show maravilloso, con canciones y coreografías que, en conjunto con el atardecer que paciente caía en la capital, daban un escenario maravilloso. ¿Lujos? Escuchar Robbers en vivo ante un VTR Stage atónito y maravillado. ¿Lujo? Ver la calidad mundial de St. Vincent y Sam Smith. ¿Pecado? Que compartieran horario en el sub-headlining del día domingo. Tremendísimas presentaciones, donde siempre quedamos con ganas de más dado el tiempo que están sobre el escenario, pero qué más da, su sola presencia ilumina la vida de muchos.
Para cerrar esta edición 2019 de Lollapalooza Chile, tenemos para elegir tres opciones durísimas: Macklemore en el Acer Stage, Tiësto en el Perry’s Stage, o bien, Arctic Monkeys en el VTR Stage. Seremos francos, cada una de las opciones nos seducen, y es que venimos con las pilas más que cargadas tras disfrutar unos minutos de La Floripondio, con un Aldo Asenjo dándolo todo gracias al gran nivel de músicos que le acompañaron. Nos vamos un rato al Perry’s Stage y, colmado a más no poder, nos quedamos fuera, y quizás fue de esas manos divinas que nos dirigen el día a día: los Arctic Monkeys tenían una cortina roja cual concepto vintage para hacernos esperar y aumentar las ansias. Desde Sheffield hasta Santiago. «Do I Wanna Know?» y «Brianstorm», la locura de los trabajos anteriores a «Tranquility Base: Hotel & Casino» daban inicio a esta liturgia de poco más de 90 minutos. Envejecidos, pero cual inglés, cual letrado europeo, siempre envejeciendo bien. Instrumentos afinados perfectamente, y un Alex Turner en la suya, controlando a la masa eufórica por ver a los británicos nuevamente en el país.
La clase siempre viene envuelta en envases que sorprenden, y Macklemore en conjunto con los Arctic Monkeys nos lo demuestran muy bien: un rapero consolidado con un show que entrega una felicidad y una sonrisa única en cada uno de los asistentes. Por otro lado, unos europeos que no hacen otra cosa que hacer bien las cosas. Es el trap nacional, o el punk que arremete con fuerza ante el sistema. Es la cumbia, es el flamenco o el EDM. Es Lollapalooza, y estamos felices de haberlo evidenciado en persona. Es la experiencia la que hace que este festival sea lo que es: el mejor fin de semana del año, cada año. Y el próximo es el décimo.
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