Cinco de la mañana. Escucho el maullido de Recco. La puerta se abre. Entra una fría corriente de aire. Es primavera. En las noticias hablan de un accidente automovilístico y el agua hierve. Pienso en mis estudiantes mientras tomo la primera taza de té del día.
Ser adolescente significa sufrir el embate de constantes crisis. El amor, la sexualidad, el concepto de familia, las amistades, la autopercepción del cuerpo, el futuro. Todo aquello se presenta difuso si tienes 16 años. La música es la única excepción. Pregúntele a cualquier adolescente si se ha sentido identificado con una canción. Todos, sin lugar a dudas, responderán que sí. La música no necesariamente soluciona la catástrofe del devenir adolescente, pero, al menos, sirve de apoyo. Una canción es un salvavidas. Una banda o un artista son un soporte en medio de la crisis.
Abro la puerta. Recco entra y el cielo está nublado. El clima sigue igual que ayer. Una primavera extraña. ¿Cómo era yo mismo en la adolescencia? Pregunta que no muchos docentes se hacen a sí mismos. Era inestable. Un vaivén de inseguridad y soberbia. Lo último era apoyado por una playlist llena de Oasis. A los 16 años quería ser un Gallagher. Estaba obsesionado con el documental Supersonic dirigido por Matt Whitecross. Constantemente tocaba el riff de Fuckin’ in the Bushes. En los días de soberbia Oasis estaba en mis audífonos y Live Forever era una frase que, incluso, soñaba con tatuarme en el cuello. Ahora, tras, por fin, superar la adolescencia y comprender la importancia de la estabilidad, pude ver a Liam Gallagher en vivo.
Una jornada más en Movistar Arena. Temperatura no muy primaveral. «Es como un día cualquiera en Manchester», escuché decir a una pareja que pasó por mi costado. Muchos cortavientos, gorros bucket y camisetas del Manchester City fueron los outfits escogidos por el público asistente. Dentro de la cancha del recinto capitalino hay una presencia heterogénea de sujetos. Personas de veinte y treinta años, personas entre cuarenta y cincuenta. El menor de los Gallagher es un punto de entrecruce generacional. Amigos, novios y desconocidos conviven a la espera de uno de los íconos del britpop.
A las 21:00 hrs. comienza el show. El himno del Manchester City suena. Un equipo sin mucha historia en el fútbol, pero que en esta temporada es referente indiscutido del deporte más popular del mundo. Fuckin’ in the Bushes es lo siguiente en la lista. No puedo evitar gritar. En las pantallas del escenario se ven imágenes de Liam. Aparecen proyectadas las palabras “OMNIPRESENT, PROPHET, SPIRITUAL, MAJESTICAL, CELESTIAL”. A mis 16 años eso era lo que significaba Liam Gallagher. Un ícono, una leyenda.
La aparición en escena del músico británico se da con la canción Morning Glory. Avanzo en la cancha junto a la multitud. Rock n’ Roll Star es la canción siguiente. No han pasado ni diez minutos desde que Liam Gallagher se subió al escenario y ya estoy completamente sudado. La intensidad del público me sorprende.
Tras las dos canciones insignes de Oasis, Liam interpreta Wall of Glass y Everything ‘s Electric. Un acotado repaso por parte de su faceta solista. “¿Hay fans de Oasis esta noche?”, interroga el británico con su pandero en mano cuando comienza a sonar la melodía de Stand By Me. Nunca creí tener la posibilidad de escuchar esta canción en vivo. Tampoco la gente a mi alrededor. Este día es de suma importancia para los fanáticos chilenos de Oasis. Roll It Over y Slide Away son las siguientes canciones de la lista. Es bíblico este momento.
La noche avanza con Soul Love, More Power, Diamond in the Dark, The River y Once. Sigo sudando. Veo gente llorando. Esta es la belleza de la música en vivo. Supersonic suena. Mierda. Un nudo aparece en mi garganta. Un flashback a mi yo de 16 años. Recuerdo mi nickname de Instagram “@supersonic_daze”. Una mezcla de Oasis y Led Zeppelin me acogían en la época de crisis. Comienzo a saltar. Debo llegar más adelante. Me abro paso. “I’m feeling supersonic, give me gin and tonic. You can have it all, but how much do you want it?”, canta Liam. Estoy más cerca del escenario cuando suenan Cigarettes & Alcohol y la legendaria Wonderwall. Más gente llora a mi alrededor. Insisto, este show es bíblico y supersónico.
Las dos últimas canciones del espectáculo son Live Forever y Champagne Supernova. ¿Alguna vez pensé a los 16 años cantar en vivo estas canciones? No, puedo asegurar que nunca lo imaginé. Esta noche y este show son un regalo para mi yo adolescente. Esta jornada es un abrazo apretado para todos los presentes. Lo obvio es que no viviremos por siempre, pero, por esta noche, se siente como si así fuera. Liam Gallagher es una leyenda viva y con este concierto lo deja más que claro. Lo bíblico y lo supersónico. Eso es.