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K-12: QUE UN CONCEPTO SEA FUERTE NO SIGNIFICA QUE NO SEA CERRADO

En 2015 debutó Melanie Martinez con “Cry Baby”, un álbum caracterizado por ser vigorosamente conceptual en el aspecto lírico, sonoro, y visual, logrando que todas las canciones tengan videos en un período de más de tres años. Cuatro años han pasado, y ahora Melanie lleva el concepto de “álbum visual” a otro nivel, la intérprete retorna con “K-12”, un proyecto ambicioso que se escapa del sistema tradicional de álbumes, y se acompaña de una película hecha y derecha, con todos los aspectos de producción que involucran llevar a cabo un trabajo de este calibre.

Si han seguido la carrera de Melanie, y están interesados en esta nueva era, la primera recomendación es: no traten de separar el álbum de la película. Si no acompañan el material auditivo con su respectiva cinematografía, la decepción puede ser grande, ya que su visión en el aspecto musical sigue siendo igual de cohesivo, pero carece de la personalidad y dinámica texturizada que poseía “Cry Baby”.

A primera oída, las canciones claramente se pertenecen entre ellas, pero al mismo tiempo, todo parece ser muy plano y unidimensional. Se arrastran fuertemente los elementos de producción que caracterizan a Martinez, y la intención de generar una historia entrelazada dentro de su discografía es clara, pero la ejecución es tan monótona, que a ratos “K-12” sugiere que Melanie se estuviera parodiando a sí misma en un intento flojo de recrear su primer álbum. ¿Dónde quedaron todos esos momentos catárticos y envolventes de su primer trabajo?

Junto con la película, el álbum agarra más firmeza, tratándose de algo más que una colección de videos musicales. Hay una historia que se cuenta en el filme en la misma forma que en el LP, lo que le da una lógica impecable a las líricas y al orden del tracklist. El personaje “Cry Baby” sigue creciendo y lleva consigo su mundo anterior, lo que se aprecia desde su madre alcohólica, hasta las estéticas de tonalidad pastel. Partiendo en kindergarten hasta el doceavo grado, se van relatando las experiencias de una personalidad que navega en una institución corrupta y tétrica, cargando una misión que se ve prácticamente forzada a llevar a cabo, con la ayuda de sus amistades y de la mano de sus poderes sobrenaturales.

Esto se logra de manera impecable, reflejando claramente el compromiso que Melanie toma por primera vez en los roles de guionista y directora en el área cinematográfica. Es obvio que la determinación y el control visual que tomó en los videos de su primera era, dieron frutos a nivel artístico y profesional. Un punto agridulce, es el enfoque forzado a temas de importancia social, como la opresión racial, sexismo, y transfobia, lo que le juega una mala pasada, ya que se arrancan de la narrativa y parecen ser un intento desesperado de mostrar una superioridad moral, en vez de generar ruido y cuestionamiento en la audiencia.

 

A pesar de las imperfecciones en este colosal trabajo, la ambición artística y las ganas de construir su propio universo e historias dentro de una discografía son más que admirables. “K-12”, como álbum, fue escrito por Melanie, seguido por el guión y el rodaje de la película. Quizás el proyecto musical fue apurado para llegar más rápido a la etapa correspondiente a la pantalla grande. Pero sin duda, sus falencias se complementan armoniosamente al mirar la película y el LP como uno solo.

Esta idea de álbum-película es una primicia en la carrera de Martinez, y una rareza en el mundo de la música, pero está prometiendo más. La artista acaba de confirmar que tiene planeado otros dos proyectos del mismo tipo, y que para esta ocasión, debido a que ya ha aprendido ciertos aspectos de la industria del cine por primera vez, debería demorarse menos de cuatro años en volver a realizarlo. Así que, solo nos queda esperar a ver lo que la peculiar intérprete tenga bajo la manga, en la construcción de un mundo tanto musical como visual.

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