Llega el momento de un adiós para Narval Orquesta. El ensamble nacional compuesto por 11 integrantes liberó su último disco titulado «Botones» (2022) como cierre del proyecto. En el marco de este contexto tuve la oportunidad -y, por supuesto, el agrado- de conversar con Andrés Quezada sobre este álbum, su presente como artista, lo que se viene en su futuro como compositor y un par de cosas más.
La conexión con Andrés se da con diferencias geográficas y horarias. Él en Alemania, yo en Chile. «Que viva la telefónica / en todas sus variantes», cantaría el maestro Jorge Drexler por allá en 2017 de manera premonitoria al auge de Zoom. Cerca de las doce de la noche en Europa y alrededor de las seis acá en el hemisferio sur. A pesar de la hora incomoda, y que sea mitad de semana, Andrés se ve feliz. Entre risas, el compositor me comenta: «He tenido un día super movido. He hecho muchas cosas últimamente. He estado ocupado, cosa que me parece bacán y me deja muy contento».
Preciso es advertir que Andrés se encuentra actualmente cursando estudios superiores en la Hochschule für Musik und Tanz Köln, motivo por el que se encuentra en territorio europeo. Su carácter actual de estudiante ha tenido un impacto en el quehacer del artista nacional. «Por primera vez estoy haciendo música todos los días», me indica Andrés y añade: «Es algo que buscaba desde hace mucho tiempo. Está sucediendo de una manera muy caótica e intensa, pero me gusta. Encontrarme en esa situación mental-musical me parece bacán».
Profundizando sobre su estadía en Alemania y las reflexiones que ello le generan, el líder de Narval Orquesta expone: «Ahora que estoy en Europa me doy cuenta que pude dejar varios proyectos cerrados en Chile. El disco de Narval Orquesta era algo que me tenía muy atento antes, al igual que otros proyectos más chicos que ya publiqué y otros que aún están guardados. Dejar cerrado todo eso y empezar, entre comillas, una nueva etapa me hace pensar musicalmente distinto de manera más constante. Pienso en otras ideas musicales en términos de constancia o de tiempo que requieran los proyectos».
Conversando sobre el último trabajo de Narval Orquesta, y anclado a lo previo, Andrés sentencia: «El disco de Narval fue un proyecto super largo y ahora que está afuera me da la sensación de tener una guagua. Evidentemente el disco marca un cierre de ciclo, pero no cierra la vida de la banda.».
Si bien «Botones» marca un hiato en la agrupación nacional, Andrés se encuentra abierto a la posibilidad de un regreso de Narval Orquesta. «En caso de que vuelva la banda, cosa que me gustaría a largo plazo, creo que sería un proyecto totalmente distinto. Me imagino que sería un ensamble de improvisación electroacústica, algo muy abstracto, algo fuera del mundo de las canciones. No veo que en lo cercano haga algo con Narval Orquesta, pero sí lo veo en un futuro más lejano y con más posibilidades tecnologías», dice el joven compositor.
Con su sonrisa siempre presente, Andrés comenta que le gustaría volver a hacer música con los integrantes de Narval, a quienes llama con evidente amor y cariño «las guagas». Ahondando en las relaciones interpersonales de la banda, Quezada afirma: «Lo que más me queda de Narval Orquesta es la amistad que formamos con los integrantes de Narval. Ahora no hablamos regularmente porque todos estamos super ocupados con nuestras cosas, pero los he sentido y los seguiré sintiendo como mis mejores amigos. Creo que formar lazos tan fuertes es lo que me queda. Hicimos algo bacán durante mucho tiempo y estoy agradecido de todo el apañe que me dieron porque hicimos mil cosas divertidas. Por ejemplo, fuimos nueve personas con instrumentos hasta a Berlín y allá arrendamos un contrabajo para tocar en no sé cuántos lugares diferentes. Una locura. Siento que vivimos cosas muy lindas y maduramos un proyecto durante mucho tiempo. Me queda la sensación de que nunca forzamos algo en Narval Orquesta. Todo fue muy genuino».
Posteriormente, con la ya mencionada Berlín como telón de fondo, Andrés cuenta una anécdota que empieza a revelar el imaginario de «Botones» (2022). «Cuando fuimos de gira a Alemania con Narval fuimos a un persa que está en un parque. Allí había una señora con un puesto donde tenía muchos botones y caí en cuenta de la diversidad de colores y formas que tienen. Me divirtió eso, pero a la vez comprendí que ese objeto tiene una función específica», relata el artista nacional y agrega: «Conecto esta idea de los botones con el disco porque intentamos trabajar cómo un tema puede explayarse de diversas formas, desde el contradecirse hasta ser completamente directo o pasar por diferentes formatos. Por eso en ‘Botones’ hay capa tras capa de sonidos».
La heterogeneidad sonora que hay en «Botones» (2022) es una cuestión que va de la mano con aquella diversidad que tienen los botones mencionada por Andrés. Esta conexión entre la música del último álbum de Narval Orquesta y los objetos que aluden el título es profundiza aún más allá. Andrés dice: «En el vinilo del disco hay una descripción de cada tema y explora el imaginario de los botones. Más aún, habrán copias del vinilo que tendrán un botón distinto dentro. Recuerdo estar con una gran amiga, Daniela, buscando botones toda una tarde en una caja. Siento que el imaginario de los botones es infinito. Es decir escogimos una cierta cantidad para meter en los vinilos, pero pudimos haber estado cuatro años haciendo eso considerando la diversidad de formas y colores que tienen. Algo así me pasa con el disco porque, a mi parecer, reúne esa característica de poder escucharlo varias veces y siempre podrás encontrar cosas nuevas».
Siguiendo con la charla, nos detuvimos con Andrés para hablar de su Premio Pulsar. Cabe recordar aquí que el joven artista ganó en la pasada edición de los galardones en la categoría de Mejor Artista de Música Clásica o de Concierto. Acerca de las sensaciones que le dejó el trofeo, Quezada expresa con amplitud: «Es una sensación compleja. Aparecen dos sentimientos en mí al pensar en el Premio Pulsar. Por un lado, siento mucha felicidad porque creo que es bacán el reconocimiento al trabajo y más aún considerando el cariño que le tengo a la obra con la que postulé. Por otro lado, siento decepción porque existe solamente ese reconocimiento al esfuerzo. Para hacer ‘Desfragmentar’ invertí en micrófonos, sensores y todo el tiempo que podía para trabajar. Aún así, el Premio Pulsar no considera ningún tipo de remuneración monetaria. Lo digo tal cual es porque es obvio que los artistas necesitan dinero. Ese lado me pone triste, más aún recordando que cuando recibí un correo que me comunicaba que había sido seleccionado para los Pulsar y que decía ‘estamos muy felices en que en esta pandemia hayas seguido esforzándose por crear’. ¿Pero a costa de qué seguí creando? Es muy triste la realidad que se vive en el fondo del asunto. Omitir la remuneración monetaria es no comprender la realidad de quienes se dedican al arte en Chile. Los artistas necesitan dinero para crear y sobrevivir. He visto a amigos y a colegas sacrificar todo por continuar haciendo música y sus obras terminan sin ningún reconocimiento. Y lo digo sin resquemor, creo que la SCD tiene plata para dar una remuneración a directa a los artistas ganadores de los premios».
Finalmente, hablamos con Andrés sobre sus proyectos en Europa. «Ahora estoy haciendo un magíster de música electroacústica en Alemania. Es, en el fondo, un magíster de composición con nuevos medios. Estoy haciendo hartas cosas divertidas», dice el compositor chileno y concluye: «Ahora mismo me siento muy ligado a ‘Desfragmentar’ porque estoy constantemente procesando instrumentos con nuevas tecnologías y sensores para ver qué puede salir de ahí. Estoy en la idea de exprimir los instrumentos en el siglo XXI. Es algo que quier seguir desarrollando. La universidad me consume completamente, pero me siento bacán porque me lleva a pensar cosas en las que no había caído en cuenta antes. Agradezco ese revoloteo mental-musical porque me parece estimulante».