Editorial

MANIC: UN EXORCISMO DE AMPLIOS MATICES

Por Ignacio Elgueta

 

Tras debutar en 2015 con “Badlands”, un trabajo fuertemente cohesivo, Halsey se catapultó al estrellato para establecerse como la artista reconocida que es hoy en día. Con su segunda entrega, “Hopeless Fountain Kingdom”, continuó su trama de álbumes altamente conceptuales, cargados de historias que se entrelazan entre sí, y elementos visuales que caracterizan singularmente a cada era. Con fama de camaleón respecto a sus looks, Halsey parece integrar este atributo a su discografía; y nos entrega un proyecto que se aleja de las historias y la cinematografía que solían caracterizarla, acercándose a su audiencia en un plano más personal y crudo, embarcándose en el desafío tanto artístico como personal de dejar de lado la idea de presentarse envuelta en un mundo ajeno, y empezando a ponerse a ella misma como la protagonista exclusiva de esta nueva etapa.

El primer single del proyecto, “Without Me”, rompió récords a nivel global; y logró ser la primera canción como solista de Halsey en llegar al número 1 en el Billboard Hot 100. Lo que, en un principio, era simplemente un lanzamiento impulsivo tras terminar su gira mundial, y haber salido recién de una tumultuosa relación amorosa, se terminó convirtiendo en el mayor hito de su carrera. Este inesperado éxito levantó la demanda por un álbum, un trabajo mayor que lo acompañara; pero hasta el momento no existía tal cosa, por lo que la artista se embarcó en la misión de terminar su tercer álbum de estudio. Casi medio año después llega “Nightmare”-probablemente su mejor single y definitivamente su mejor video-, una pieza Pop Punk cargada de enojo, la cual cambiaba considerablemente su sonido y anunciaba las esperanzas del LP. Pasó el tiempo y la artista se dio cuenta que estaba trabajando en canciones que no encajaban para nada en el contexto de “Nightmare”: la rabia se había ido. Así es que decide excluirla de la colección que se encontraba en proceso.

Con “Graveyard” comienza la campaña definitiva de “Manic”, un single que con sus líricas marcaría la narrativa de lo que vendría después, inundada de introspección de la manera más vulnerable y honesta. “Ashley” se encarga de abrir la nueva era, y titulando la canción con su nombre; presenta uno de los cortes más personales en la lista de temas. Cuestiona su existencia dentro de una plataforma tan amplia como la que posee, y la posición en la que es puesta al tener que cargar con una trayectoria llena de travesías, junto con la responsabilidad que esto conlleva. Definitivamente uno de los mejores momentos que “Manic” ofrece, presentando una producción electrónica que se aferra de la mano con la catarsis vocal que a ratos se encarga de sorprender al oyente. De manera explícita se tantea el terreno para dar comienzo a su LP más crudo y transparente hasta la fecha. En “clementine” Halsey parece enfrentarse a Ashley -ella misma-, en la dualidad que se monta con una voz dócil y otra a gritos interpretando el coro. Claro es que el título del álbum se impregna a través de las canciones.

El autoanálisis que, de manera vehemente, se observa en varias pistas coquetea con el optimismo y el fatalismo, el enamoramiento y el desamor, el arrepentimiento y la esperanza. Con temas como “Forever … (is a long time)” y “I HATE EVERYBODY” se aprecia claramente el bisturí microscópico que Halsey emplea al examinar sus vivencias y expectativas. En “More” y “929” habita una vulnerabilidad empujada por la valentía al airear temas que una estrella de su talla no suele contarle al mundo. El despecho en momentos como “You should be sad” y “Without Me” posicionan el contenido en un ambiente que sin dejar de ser íntimo, invita a la audiencia a relacionarse mejor con su contenido. Así es como “Manic” se va envolviendo como un trabajo completo, un lienzo pintado de todas las tonalidades.

Las colaboraciones se ajustan a la misma idea del resto de las pistas, no pudiendo ser más diferentes entre ellas. Dominic Fike, Alanis Morissette y SUGA de BTS son los invitados que individualmente protagonizan el titulo de diferentes interludios, en donde atan o extienden la idea de otras canciones, siendo “Alanis’ Interlude” el que sin duda alguna destaca, mostrando a Halsey acompañada de su ídolo de infancia en la misión de entonar un himno que busca reivindicar sus deseos, en uno de los momentos más determinados y llamativos del álbum.

El amplio rango de géneros musicales que se abordan parecieran ser un indicador de falta de cohesión, cuando en realidad es esta cualidad la que hace de “Manic” un trabajo excepcional. En un episodio maníaco se experimentan niveles anormales de energía y se pierde el control de lo afectivo y lo emocional. El estado de manía que el conjunto de canciones representa recorre no solo las líricas, sino que también los ámbitos de producción. Desde el Country al Folk y al Pop electrónico, se encapsulan canciones que no parecieran tener mucho en común, diferenciándose considerablemente entre ellas. Sin embargo, esto envuelve la idea del álbum, y le da sentido al título de este. Cabe destacar que Halsey ha sido muy pública respecto a su condición bipolar, y tanto las enfermedades mentales como sus síntomas son un tópico que se lo toma muy en serio, siendo esta no la primera ocasión, pero la más impenitente en la que llena su arte de estos temas.

Para resumir este trabajo, lo más importante a entender es que no hay un sonido en específico que pueda representar esta montaña rusa de emociones, siendo un material que en su primera escuchada debe ser digerido con la mayor atención posible. Evidente es la madurez artística que Halsey emplea para abordar su música en esta ocasión, siendo un testimonio claro de que a pesar de otros intentos fallidos por parte de sus contemporáneos, un momento personal e íntimo en el Pop puede ser no solo lo correcto, sino que lo necesario.

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